Si un mes comienza en jueves estás destinado a pasarte el segundo martes escuchando dichos temerosos por bocas temerosas. Todo congruente, todo errado.
No voy a mentir, cuando era pequeña todos los viernes 13 llegaba al cole diciendo "Uy! qué día nos espera" nunca ningún compañero de clase se atrevió a contradecirme, supongo que a los 7 años pocos problemas quieres ganar escudriñando en cerebros en formación, y si eres otro cerebro curioso sólo te toca llegar a casa a preguntar a papis "¿Por qué Fiore dijo eso?" Los padres se llevarían una mano a la boca y la otra ya estaría corriendo al colegio a hablar con la profesora de una niña con pensamientos oscuros que asusta a su retoño.
La profesora hablaría con los padres de Fiore y ellos responderían que en las noticias matinales nombraron "la mala suerte" y ellos me lo explicaron "¿Quieres saber quiénes eran los Templarios?"
Lo recuerdo como si fuera ayer. La niña con conocimientos oscuros pasaba el recreo jugando yases y esquivando adolescentes preocupados por su destino "Léeme la mano, Fioooo"
Esa fue la época de mi vida en la que declaré batalla constante a la ignorancia y prefiero un silencio inteligente a palabras sin irrigación. ¿Y ven? Me fui del tema, lo siento.
Luego de saber la historia de los viernes descubrí que habían más excusas aún para ser cauto un 13 y ése era: un martes.
Rodajas de numerología, historia bíblica, Ares, planeta rojo, guerra, caída de Constantinopla, tarot e interpretaciones negativas, unas gotitas de miedo, medio litro de un entorno impresionable y listo, un batido de superstición válido incluso para romper el hielo todo un día.
Hoy no hizo falta buscar temas de conversación, Valencia no dejó de llover, el metro tenía retraso, el profesor no llegó a tiempo y una pila de libros me cubrió en la biblioteca tras múltiples e inesperados estornudos. ¿Mala suerte? No. Descuido, vehemencia. Fallos humanos y punto. No me vengan a contar lo mal que lo pasan hoy por ser hoy. Dime que, al igual que a mí, también te llueven los lunes, tarda el metro los domingos y te golpeas con lo inanimado los últimos días de cada mes.
Vale, no me digas nada. Pero, piénsalo.